Los costos ocultos del estancamiento político en Estados Unidos

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Esta semana, el mundo se centró intensamente en el cierre del gobierno estadounidense, un espectáculo que cautivó los titulares y alimentó la ansiedad internacional sobre la estabilidad política estadounidense. Sin embargo, si bien este dramático enfrentamiento llamó la atención, ocultó una consecuencia más profunda y quizás más generalizada: el creciente costo económico del estancamiento recurrente en Washington. Si bien la atención inmediata se centró en los retrasos en los cheques de pago de los empleados federales y el cierre de los parques nacionales, los expertos advierten que los efectos dominó del cierre se sentirán mucho más allá de estos impactos visibles durante los meses, e incluso los años venideros.

El costo de este cierre en particular se estima en miles de millones de dólares en pérdida de productividad, cadenas de suministro interrumpidas y servicios pospuestos para los estadounidenses que dependen de programas gubernamentales. Este tampoco es un éxito puntual. Estados Unidos ha experimentado numerosos cierres en las últimas décadas, cada uno de los cuales añade una capa más al creciente déficit económico causado por una parálisis política crónica.

“Cada cierre es como arrojar arena a los engranajes de la economía estadounidense”, dice el economista Robert Shapiro, destacando que estas perturbaciones, aunque a menudo de corta duración, erosionan constantemente la confianza en la competencia y la capacidad del gobierno para funcionar con eficacia. “Esto erosiona la confianza en las instituciones, dificulta que las empresas planifiquen inversiones a largo plazo y crea un efecto paralizador sobre la innovación”.

El patrón de cierres recurrentes es sintomático de una tendencia más amplia: una creciente polarización política dentro de Estados Unidos, junto con una profunda desconfianza partidista que impide llegar a acuerdos incluso en funciones esenciales del gobierno. Este estancamiento no se debe sólo a diferencias ideológicas; también surge de una falla en el proceso legislativo básico, alimentada por sistemas de financiamiento de campañas en ollas a presión y un enfoque cada vez mayor en los beneficios políticos de corto plazo por encima de las soluciones de largo plazo.

Las consecuencias se extienden más allá de las pérdidas financieras. Las empresas, especialmente las pequeñas empresas que dependen de contratos gubernamentales o de claridad regulatoria, enfrentan una mayor incertidumbre y riesgo. El impacto en los servicios públicos, desde el retraso en la aprobación de préstamos hasta el estancamiento de proyectos de investigación, supone una carga aún mayor para la ya tensa red de seguridad social. Si bien la atención inmediata se centra en restablecer la normalidad después de un cierre, el daño real a menudo reside en la larga sombra que proyecta sobre el crecimiento económico y la estabilidad futuros.

El cierre del gobierno de Estados Unidos sirve como un crudo recordatorio de que la disfunción política conlleva costos sustanciales para todos, no sólo para los propios políticos. A medida que la atención mundial se aleja de Washington, abordar este problema más profundo del estancamiento crónico sigue siendo crucial para garantizar una economía saludable y una democracia funcional en el largo plazo.